Guerra perdida, deliciosa derrota.


Infragil latía mi corazón al impacto del amor, pero del calabozo de tu alma, brotaron silenciosos te quiero, que habitaban huérfanos en tu pecho, impactando y avasallando la coraza,  fabricada con la mortaja que envolvió mis sueños muertos.
Despiertan sentimientos dormidos y reviven mis sueños, el corazón tiembla y pierde su sosiego, pues sabe que se enfrentara en una guerra perdida, contra la fábrica de sueños que se  guarecen en la almohada; sabe que en ella se posara la sien del individuo que cohabita, quien es productor de bellos sueños.  

Un rostro empiezan emerger de entre la zona cognitiva, casi real se confunde entre lo verídico y la fantasía, en suave vuelo se pasea por los sueños. Ante tal envestida de belleza, la infragilidad del corazón abdica.

Quien no se rinda ante esto, no es humano, ¿Quien no quiere perder cuando la espada que atraviesa el corazón, está diseñada con hebras que suturan heridas y tejen el motivo de vivir y por ende, quita la bruma que no deja ver la verdadera vida que antes era difusa, dejando al descubierto, el bisel curvilíneo que mata la indiferencia a la vida, pero da vida al mejor sentimiento creado por DIOS, el amor?  Afable derrota.

Derechos de autor: Juan Hernandez.
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